Anoche, vísperas de Santa Lucía, estuve echando unos vasos de pitarra con Abundio en el pueblo. Acudí por ver los candelorios y participar en el ambiente de fiesta que se iniciaba. La taberna de Tiburcio estaba atascada de gente. En la noche flotaba una luminosidad triste: los astros como alfileres de plata pespunteaban la sábana infinita del espacio.
Aún habiendo escarchado fuerte, las gentes no tuvieron pereza y, en revoltoso tropel, no cesaron de transitar de un lado a otro de la plazuela. Abundio y yo, animados por el cálido bullicio y, a la vez, por el pitarra conquistado, decidimos acercarnos a los candelorios de aulagas (en Veredas Blancas es muy celebrada la fiesta de Santa Lucía: existe una antiquísima hermandad que alza inmensas fogatas la noche anterior al festejo y celebra las vísperas invitando a los vecinos con altramuces yvino ). Uno de los candelorios –en el cual estuvimos- lo habían encendido casi al final del callejón que desemboca en el mercado municipal. Había un aromado crepitar de aulagas, un dulcísimo ruedo de amarillas pavesas ascendiendo al espacio. La chiquillería no cesaba de gritar y de trenzar adorables corrillos en derredor de la fogata.
Salió el cofrade mayor de su casa y nos estuvo ofreciendo un dulcísimo vino, servido en hondas “templaeras” de alpaca. También nos invitaron –sus familiares- a degustar un plato de sabrosísimos altramuces. Debo decir que todo estaba delicioso. El familiar ambiente me trajo a la memoria el irrecuperable tiempo de mi adolescencia perdida.
(Alejandro López Andrada “La Dehesa Iluminada” 1990)
![Candelorios de Santa Lucía](https://www.villanuevadelduque.com/f2/cande.jpg)
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